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Recuerdo cuando era pequeño, los sábados en familia.

Siempre hacíamos el mismo ritual.

Nos levantábamos temprano, desayunábamos cuando llegábamos allí y luego a dar vueltas por el centro comercial.

A mi familia le encantaba ir a Madrid.

Los sábados al corte inglés, el nuevo ocio de los años 90.

Ahí empecé a aprender los que era una factura, un tiquet y lo importante que era tener la tarjeta del corte inglés.

Parecía el negocio de un familiar o de un amigo muy cercano, me sentía que el negocio era como mi casa.

Sentía que estaba en un sitio donde eran honestos y los clientes les importaban de verdad.

Cuando en 2014 funde mi asesoría para autónomos, pensé que mis clientes debían sentirse de la misma manera.